En mi familia siempre hemos sido amantes de los quesos. Cuando era pequeñito mi hijo Iván E. era alérgico a la proteína de la vaca por lo que por razones de fuerza mayor tuvimos que comenzar a probar quesos de leche de origen diferente. De la soya a la oveja, de la oveja a la cabra, ahí empezó un romance gastronómico que continúa hoy con los quesos de cabra. Duros, curados o suaves como el de esta receta, combinan bien con especias de esencia mediterránea, mis sabores favoritos. Si el presupuesto te lo permite, mima a tus invitados en el próximo encuentro con esta delicia para compartir.