La sal es uno de los pocos ingredientes utilizados de forma pura en las comidas. Aunque existen muchas variedades de sal, estos tres tipos no deben faltar en tu cocina:
Sal de mesa granulada: Está formada por pequeños cristales cúbicos y regulares, muy densos que duran más en disolverse. La sal típica de mesa suele llevar aditivos, que impiden que las superficies de los cristales absorban humedad y se peguen unos con otros. Los pequeños granos se integran rápidamente en las mezclas, siendo la mejor opción para hornear. Prefiere siempre la versión yodada para el necesario aporte de este mineral al organismo.
Sal kosher: Es una sal de granos más naturales, se usa principalmente en la preparación de carnes. Tiene partículas densas, muchas veces escamas o gránulos que se echan sobre la carne recién matada y cortada para extraer la sangre. Al ser utilizada para eliminar impurezas esta sal no está yodada. Muchos cocineros prefieren usar sal kosher para cocinar, por su relativa pureza y facilidad de manejo, pues el uso de estos cristales permite un mayor control, reduciendo el riesgo de salar los alimentos.
Sal escamada: las sales en escamas presentan partículas grandes y planas en vez de granuladas. Esta sal se produce a partir de la evaporación superficial del agua de mar. Puede ser un poco costosa pero suele ser usada moderadamente. Por su forma, no se integra rápidamente a los alimentos pero al comer provee una experiencia crujiente liberando un sabor más neto que la sal común, en especial si es vertida en el último momento de cocción de los alimentos.
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